sábado, 8 de noviembre de 2014

Igual que siempre

Algún día llegará mi sangre al río
orbitará mi cabeza alrededor de tu luna
e irán mis párpados a parar a la puntera de tus botas
por no querer cerrar los ojos.

Estiro los brazos y los dejo caer hacia abajo,
entre tanta gente, donde pasen desapercibidos.
Puedes entonces acariciarme las manos,
pero no puedes imaginar lo que hay aquí arriba
donde vivo yo, yo solo.

Y estiro los brazos y los dejo caer hacia abajo,
al calor de los tuyos
mientras la indiferencia de la gente
advierte una fría tormenta de granizo.

Algún día llegará mi frío al río,
será desertado de esta nube que no para de tronar,
encadenaré el movimiento del agua a mis dedos mientras te tocan
y la gente de tu mundo señalará con los suyos que soy sequía.

Dirán que a ti sólo te abastezco
y te creerán la reina de las cuatro estaciones.
Dejarás de ser la bufanda del invierno,
el pétalo suave de la primavera,

dejarás de ser el abanico del verano que hierve,
la trenca del otoño
y serás el pie que para y gira el mundo
y lo somete a su capricho.

Ya no pertenecerás a él
y serán tus sábanas de novia
las banderas de esta nube en fiestas,

será tu plenilunio de noviembre
el letargo azul plateado que me arrope la espalda
y ya no dejaré caer los brazos hacia abajo en busca de los tuyos,
el mundo será un silencio similar
al de la calle en una noche de navidad

y yo volveré a mirar hacia arriba,
volveré a caer en la cuenta de que mi dios
es la bufanda de tu invierno,
el pétalo suave de tu primavera,
el abanico de tu verano que hierve,
la trenca de tu otoño

y serás la reina de mis cuatro estaciones.
Igual que ahora,
igual que antes,
igual que siempre.





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