lunes, 10 de noviembre de 2014

Mi mayor convicción

Que paren el mundo,
que nadie se vaya,
que se queden todos,
escuchen la radio,
miren la televisión,
lean el periódico y las redes sociales,
que yo soy suyo.

Que lo griten las tribus africanas,
que lo anuncien con un gong en la China,
que lo bailen en Argentina
y lo proclamen en los polos norte y sur,
que yo soy suyo.

Que no me busquen más,
no me miren más,
dejen de mirarme,
mirenla a ella,
miren como camina, miren como habla,
que yo soy suyo.

Abran todas las puertas
y que no entre ni salga nadie
estén atentos,
que voy a entregar la vida,
que yo soy suyo.

Que baje Dios del cielo,
que descubra la mierda que es su paraíso
a comparación del que mueve ella con el pelo,
háganme el patrón de su fiesta,
que yo soy suyo.

Levántense los muertos,
vean, señores difuntos,
que el descanso eterno es el de su abrazo,
su abrazo que me derrite el alma,
que yo soy suyo.

Que cierren los hospitales,
que la única enfermedad que envenena al planeta
es el olor del perfume que lleva en las manos,
que muera la humanidad,
que yo soy suyo.

Que se desabroche el abrigo enero,
que deje de abanicarse agosto,
que las hojas de sus párpados pueden con octubre
y no necesita un abril para florecer,
que yo soy suyo.

Que los volcanes dejen de hacer aspavientos,
dejen de escupir, de hacer el ridículo,
que ella abrasa más cuando abre los brazos y besa,
cuando abre la boca y retuerce mi nombre en su garganta,
que yo soy suyo.

Que se paren los corazones,
que ella esta respirando,
dejen de aprovechar el aire
que lanza con cada suspiro,
que suspira por mí,
que yo soy suyo.

Abran las puertas de las cárceles,
acaben con las cadenas que amarran,
quemen las armas que matan,
miren como ella vuela libre,
que yo soy suyo.

Que se acabe el hambre del mundo,
que dejen de llorar los huérfanos,
dejen el sufrimiento en el olvido,
que ella alimenta por donde pasa,
que yo soy suyo.

Que se apague la luz,
que se pare el sueño,
que yo me muero en el café de sus ojos,
que se acabe la vida si ella lo pide,
estén preparados, atentos,
que ahora ella quiere la mía,
y yo soy suyo.


sábado, 8 de noviembre de 2014

Igual que siempre

Algún día llegará mi sangre al río
orbitará mi cabeza alrededor de tu luna
e irán mis párpados a parar a la puntera de tus botas
por no querer cerrar los ojos.

Estiro los brazos y los dejo caer hacia abajo,
entre tanta gente, donde pasen desapercibidos.
Puedes entonces acariciarme las manos,
pero no puedes imaginar lo que hay aquí arriba
donde vivo yo, yo solo.

Y estiro los brazos y los dejo caer hacia abajo,
al calor de los tuyos
mientras la indiferencia de la gente
advierte una fría tormenta de granizo.

Algún día llegará mi frío al río,
será desertado de esta nube que no para de tronar,
encadenaré el movimiento del agua a mis dedos mientras te tocan
y la gente de tu mundo señalará con los suyos que soy sequía.

Dirán que a ti sólo te abastezco
y te creerán la reina de las cuatro estaciones.
Dejarás de ser la bufanda del invierno,
el pétalo suave de la primavera,

dejarás de ser el abanico del verano que hierve,
la trenca del otoño
y serás el pie que para y gira el mundo
y lo somete a su capricho.

Ya no pertenecerás a él
y serán tus sábanas de novia
las banderas de esta nube en fiestas,

será tu plenilunio de noviembre
el letargo azul plateado que me arrope la espalda
y ya no dejaré caer los brazos hacia abajo en busca de los tuyos,
el mundo será un silencio similar
al de la calle en una noche de navidad

y yo volveré a mirar hacia arriba,
volveré a caer en la cuenta de que mi dios
es la bufanda de tu invierno,
el pétalo suave de tu primavera,
el abanico de tu verano que hierve,
la trenca de tu otoño

y serás la reina de mis cuatro estaciones.
Igual que ahora,
igual que antes,
igual que siempre.