lunes, 27 de octubre de 2014

Inverso amor

Vuelvo a tu bahía seca y de umbría,
vuelvo con las uñas largas a escarbar
en la ceniza por ver si encuentro entre tanta discordia
algún sentimiento que al fin me diga quién eres.

Vengo del norte que perdiste
a darle luz e identidad a las paredes de mi vida,
que desde el luto de tu recuerdo
gritan aterrorizadas tu nombre, Nerón.

Reinó la paz y no estuviste de acuerdo,
y se hizo de noche en mi casa
y no contaron mis siete lunas
con las inocentes brasas de tus pupilas mirando mi coliseo.

Y no contaron las riendas de mis manos
con el caballo marrón de madera,
infectado de osadía, que tienes por corazón
y que hace que la guerra te galope por la sangre,

y eso eres, nada más que eso eres.
Vacío, guerra, veneno y fuego.
El caballo de madera de tu juventud sin domar
que arrasa y convierte en humo a todo imperio
por el que va pasando.

Pero yo tracé con el arrastre de tu cruz
la línea divisoria de tu frontera con la mía
y tampoco quisiste la paz,
tú quisiste desertar del todo mi alma silvestre

y lanzaste tu última flecha encendida
desde tu amor inverso,
ese que sólo tú respetas y llamas Roma,
ese en el que sólo vives y gobiernas tú, Nerón.

Y tal fue tu pretensión
que ahora ni el mismísimo ángel negro
quiere custodiar las suelas de tus zapatos,
y es que no hay clavo que te sujete,

no hay juez que te sentencie,
ni cuerdas que te amarren
porque tan solo eres vacío, guerra, veneno y fuego,
un insidioso laberinto de hormigón armado,

un montón de recuerdos salvados de tus llamas,
una energía tan negra y decadente
que hace explotar las ventanas de tu averno.

Niño perdido,
emperador de la venganza ciega,
porque tan sólo en eso mandas,
con tu acorchada y blanca garganta
pero sin voz. Sin voz ya.

Caballo revuelto y corazón de madera,
que me rogaste guardar y que no sabes,
que también ardió contigo y con tu inversa Roma.
Y vengo del norte que perdiste
y nunca sabré quien eres. Ni quién fuiste.



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