martes, 26 de agosto de 2014

Uve

Yo solo, y sólo yo
ato cordeles de tu casa a la mía
sin que sepas que empalmo
cada uno de ellos
con la constante intención de ser

yo solo, y sólo yo
el último beso de tus noches,
de las buenas y las regulares,
de convertir las malas 
en un juego de fuegos artificiales

que te haga echarme los brazos
por encima de los hombros
y sea mi abrazo el manto negro espirado
que te lance de cabeza
a caer en los sueños que te invento.

Yo solo, y sólo yo
uní, uno y uniré
a Roma con Santiago,
al cielo con la tierra
y a las paredes unas con otras

cuando estirabas, estiras y estires
de las constantes intenciones de que
yo solo, y sólo yo
te abanique con la libertad
cada vez que te quitaban, te quitan y te quiten

el aire que te falta para despegar
el lunar de la planta de tu pie del suelo.
Eres tú, ángel que buscaba el cielo,
que pactaste con el diablo
la perfección que llevas en las trenzas,

no pidas perdón a tu Dios,
que no te hará falta clemencia,
que perdonado estoy yo
y si menester fuera
aquí quedaría yo mientras tú subes
adonde yo perteneciera,
aunque pecases de imprudencia.

Que ya estuve, estoy y estaré
yo solo, y sólo yo
en las hélices de tus trenzas,
entroncadas, espiradas,
abismo, sueño, salvación y condena.

¡Que me lleven a mí,
pero que me entierren debajo de tus pies!
que así seré yo solo, y sólo yo
el suelo que vas pisando

¡Que me hagan añicos si lo que tú quisieras
es levantar una nube de polvo!

¡Que me aten y me quemen por decir la verdad!
que eres tú, si quisieras tú solo, y sólo tú
correr una cortina de humo blanco

¡Que me encierren en un pozo 
si no merecieses tú la luz!
y que se mueran mis verdugos de ingenuidad
sin saber que no tengo
yo solo, y sólo yo
mejor libertad, que tenerte libre a ti.


lunes, 11 de agosto de 2014

Supernova

Miraba la luna el niño medio hombre,
en ella cerraba los ojos y dormía
y encontraba allí la nana
que en su cama ya no tenía,
la que nadie le cantaba.

El niño medio hombre entraba sin salir,
salía mientras entraba y llevaba en el llavero
el miedo a que volviese entonces
la mano cálida que tanto lo quiso
y no lo encontrase a él, 

sucio de indiferencia,
enfadado con las estaciones del año,
con las nanas olvidadas
y el sueño en forma de supernova.

Fueron manos solas y torpes las suyas
el día que el verano tuvo prisa en irse,
con silencio altivo, mirada ausente y triste 
por un mundo lleno de puertas cerradas
que yo ahora abro.

Era él, una habitación llena de recuerdos,
una pesadilla real, 
un beso mal apartado del cariño sin adiós, 
una espera constantemente desesperada,
la espalda pequeña y flaca del desconsuelo,

los cristales de unas gafas que no quieren ver,
un dedo pulgar flexible capaz de girar el mundo,
era él, una imaginación encadenada a las siestas sin sueño,
la curva de mi signo de interrogación,
el punto y final de la exclamación
del ruido que ella se llevó.

Un desencanto medio hombre
y menos niño ya,
que empezó a romper espejos con la risa
y cansado de sonarse la pena con las mangas
dejó de buscarse en su reflejo
para mirarse en el mío.

Vista de mi camino al pasado,
abrazo en tabla dura y beso inerte,
huella más profunda de mis pies,
victoria de tu nombre,
lágrima más salada, tragada,
por esta boca que ya no sabe cómo hablar,
sin callarse.